CATECISMOS. Textos 
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  Los catecismos han sido tantos y tan numerosos que resulta imposible una referencia total de todos, pues se cuentan por miles, en todas las diócesis del mun­do, en todos los idiomas y a lo largo de todos los tiempos.
   Con todo es bueno que el catequista conozca algo del abanico de los catecis­mos para que afiance su tarea educado­ra de la fe en dos criterios o conclusiones
  - Que la tarea de la catequesis debe acomodarse a los niveles y las circuns­tan­cias de los hombres.
  - Que lo importante es el mensaje, el Evangelio, y que el catecismo es instru­mentos a su servicio que no puede infravalorarse pero que no se debe mitificar.

   1. Catecismo único

   Durante mucho tiempo se suscitó la polémica sobre la conveniencia de un catecismo único en la Iglesia o si es mejor la diversidad, dispersión y adapta­ción a cada Diócesis o nación.
   La cuestión, latente desde el siglo XIV y sugestiva para quienes querían hacer un resumen doctrinal que fuera válido para todos, se agudizó con la dispersión que el criterio protestante "del libre exa­men" o libertad de pensamiento religioso, sembró en los grupos reformados y que de alguna forma se transmitió a los am­bien­tes católicos.
   El Concilio de Trento recogió esa idea que de muchos lugares de la cristiandad llegaba y se aprestó a formular un catecismo único que evitara los errores ex­tendidos en Europa. Partió del hecho de que en las zonas más afectas por la Reforma luterana, el Catecismo de San Pedro Canisio había hecho de barrera de contención y había sido un intento unificador y antiprotestante. Los otros catecismos pretridentinos habían logrado lo mismo, pero se corría ya el riesgo de una dispersión perjudicial tanto en América como en Europa por la diversidad que surgía.
   Después de Trento, la idea unificadora siguió progresando. Hubo algunos catecismos tan interesantes como el de Antonio Barralis, que publicó su "Doctrina Cristiana" al mismo tiempo en francés, español y alemán. Otros se quedaron dentro de las fronteras o lenguas en que nacieron.
  Ardiente defensor de la idea del catecismo único fue San Antonio María Claret, quien, además de redactar diversos catecismos dominados por el afán de la unidad de texto, llegó a presentar en el Vaticano I un "Schema de parvo cate­chismo" que quedó registrado, pero no estudiado ni menos aprobado.
    Idea posterior de Pío X fue tam­bién elaborar y promulgar un catecismo universal. Se publicó un primer texto en 1905 y se reforzó con otro en 1912, pero el intento no trascendió las fronteras de la Diócesis de Roma y de algunas más de Italia y España. El sentido de autono­mía diocesana que predominaba hizo poco fructífero ese proyecto.
    En 1930 el Cardenal Pedro Gasparri llegó a publicar un "Cate­chismus catholi­cus" en Roma, que intentó hacer pasar por modelo universal; pero su propuesta de oficialidad hubo de ser des­mentida ante las críticas de algunos episcopados.
    La idea sería retomada por Juan Pablo II con su "Catecismo de la Iglesia católica" publicado en 1992.

   2. Catecismos históricos

   Llama la atención la persistente pre­sen­cia del catecismo en el caminar de la Iglesia desde los primeros tiempos. Un seguimiento de esa inquietud permite valorar más lo que "el catecismo" ha significado en la evangelización.

   2.1 Epoca Patrística

   - Propiamente el primer texto que se puede considerar como sistemático, pro­gresivo y sugestivo en su presentación es, en el siglo I (año 70?) la "Didajé o doctrina de los Doce Apóstoles", con sus 17 capítulos y sus interesantes partes bien trabadas: los dos caminos, el Bautismo, la Eucaristía y la plegaria, la esperanza final.
  -  La "Traditio apostolica", del llamado Hipólito de Roma (325), es un manual para catequistas o animadores de catecúmenos y le señala lo que debe trans­mitir a los nuevos creyentes.
  - La "Oratio Catechetica magna" de Gre­gorio de Nisa (331-396) aparece tam­bién como texto dirigido a no cristianos, para que conoz­can, respeten y acepten la doc­trina de los cristianos
  - Las "Catequesis bautismales" de S. Cirilo de Jerusalén (313-386) ofrecen el resumen de todo lo que hay que anun­ciar y reclamar a los que se preparan al Bautismo.
  - San Agustín (354-431) escribió varias exposiciones sistemáticas de la Doctrina orientada a los catecúmenos. Propiamen­te son tres modelos: "Enchiridion", que es un tratado muy sencillo y asequible; "Sobre la Doctrina Cristiana", que es una exposición de base bíblica y con comen­tarios; y "Sobre la catequización de los rudos", que es un manojo de normas pe­dagógicas para el catequista; pero en la segunda parte ofrece un verdadero resumen doctrinal para saber lo que hay que decir y presentar.
   - San León Magno, papa durante veinte años (440-461) en sus "Homilías y Epístolas", ofrece un plan sistemático de doctrina para los ya cristianos.
   Ciertamente ninguno de estos textos im­plica la denominación de "catecismo" en el sentido posterior del término. Pero, sí coincide siempre en ser resúmenes más o menos precisos o largos de puntos doctrinales y de normas de vida cristiana, deben ser considerados cuando se educa la fe de un nuevo creyente.

 

   2.2. En la época medieval

    Los catecismos o exposiciones breves y sistemáticas se diversifican grandemen­te en los años que siguen al estableci­miento de los pueblos invaso­res de Europa. Teniendo en cuenta que la ignorancia religiosa era el estado común de los bárbaros, los pastores centraron su aten­ción en lo que debían enseñar a sus súbditos más en forma operativa que teológica.
   - Tal vez sea de los más primerizos y logrados el llamado “Catecismo de Alcuino de Cork” (735-804), hallado entre sus numerosas obras didácticas, (al menos es atribuido a él). Está en latín y refleja una sistemática y breve explicación de los misterios principales.
   - El "catecismo de Weissenburó”, en la Alsacia, fue redactado por autor desconocido en el 789 en el mo­nasterio de tal nom­bre. Se divulgó en latín y alemán para el pueblo sencillo o, al menos, para los no analfabe­tos. Llevaba la explicación de las ora­cio­nes y de los miste­rios cristianos con miras pastorales.
     - El "Didascalion", de Hugo de San Víctor (+1141), es otro de los comenta­rios sistemáticos. En la parte de la obra que habla de la Teología ofrece una síntesis de doctrina que deben saber los cristianos. El libro presenta el valor y contenido de las siete artes liberales.
     - Los comentarios de Pedro Abelardo (1079-1142) en el "Del sí y del no" son modelo de manual para las disputas universitarias y forman un conjunto profundo aunque no sistemático.
     - Fue grande la influencia de Santo Tomás, en opúsculos como  "De los artículos de la fe y de los sacramentos", "Explicación de la oración dominical", "Explicación del Avemaría", "La explicación del credo de los Apóstoles". Los pronunció como conferencias cuaresmales, pero se difundieron pronto como escritos dirigidos a gente sencilla y se emplearon con frecuencia como textos de estudio avalados con la autoridad del Doctor Angélico.
    - Muy significa­tivo fue el libro "Doctri­na puerilis" de Raimundo Lulio (1233-1315), que es un comentario sobre la vida cristiana y las normas de conduc­ta, más que una exposición de doctrina.
    - El Catecismo de Pedro de Cuéllar, hacia el año 1325, con 57 folios y una exposición sencilla y siste­mática en castellano inicia la serie de los que recogen la transición al Humanismo.

   2.3. Renacimiento

   - La "Obra tripartita", de Juan Gerson  (1363-1429), es equivalente. Es obra en tres partes (el Decálogo, Sacramentos y Confesión, la vida de piedad y la muerte. Luego vendría completada por el libro "El ABC de las gentes sencillas." Explica la doctrina de modo familiar. Expone los doce artículos del Credo, los diez manda­mientos, los consejos evangélicos, la oración dominical, las siete virtudes, los siete dones, las siete bienaventuranzas, los siete sacramentos. Se le admira por la defensa que hizo de sus ideas en "De cómo llevar a los niños hacia Dios".
   En el Centro de Europa, donde la efervescencia religiosa era enorme al co­miendo del siglo XVI, surgen incluso antes de la publicación de Lutero algunos tex­tos valiosos. Tales son:
      - "El diálogo de dos niños", de Valentín Ickelsamer, en 1525.
      - "Las bellas preguntas y respuestas", de Hans Gerhart, en 1525.
      - "El manual del joven cristiano," de Johan Bader en 1526.
      - "Elementa pietatis congesta, de Juan Agrícola en 1527.
   Pero los catecismos se acrecentaron por efecto del impacto que tuvo Lutero con sus dos manuales: (mayor y menor) en 1529), preparados para la formación del pueblo, sobre todo "de los niños y de todos los que sepan leer, sean sacerdotes y seglares, y que quieran extender la doctrina cristiana”.
   Con su "Catechis­mus", que en vida ya tuvo múltiples ediciones (con más de 100­.000 ejemplares distribuidos), fue el primer autor mo­derno que puso en evi­dencia la impor­tancia del texto escrito.
   El esquema de Lutero: mandamientos, credo, padrenuestro, Bautismo, Eucaris­tía, Penitencia, quedó como paradigna de los reformados. Fue imitado por diversos reformadores y tuvo también cierta influencia en los autores del ámbito católico, sobre todo en Italia y España.
   - Erasmo de Rotterdam, sin ser protestante ni católico, privilegio que pudo tener por ser consejero imperial de Carlos V, escribió obras pedagógicas de 1501 a 1503: "Enchiridion militis christani" y "Christiani hominis institutum”. En la primera ofreció resúmenes doctrinales y la segunda la pre­sentó en forma de preguntas y respuestas para los hermanos de Bohemia.

   2.3.1. Protestantes

  - No resulta fácil determinar si muchos de los catecismos que surgieron en los años en que se difundió el de Lutero, eran realmente católicos o rompían ya claramente con la Iglesia jerárquica. Entre la ruptura de las 95 de tesis de Wittenberg (31 de Octubre de 1527) y la muerte del Reformador (18 de Febrero de 1546) pasaron 20 años conflictivos.
   En ese intervalo surgieron otros catecismos discutibles:
       - Andrea Althamer con su "Catecismo" publicado en 1528.
       - Konrad Sam, con "La Instrucción cristiana" en 1528.
       - Johannes Brennz con "Preguntas sobre la fe cristiana" en 1529 y luego con "Preguntas para la juventud en lengua sueva", en 1535.
       - Georges Wicelius, con "Catechismus Ecclesiae", en 1535.
       - Johannes Diettenberger con su "Catchismus", en 1537.
    Muchos de los que salieron nadaban entre dos aguas, puesto que la necesidad de reforma era proclamada como urgente por todos los bandos. Queda por determinar todavía cuántos  de estos catecismos rezuman ruptura con Roma y cuáles se mantienen en comunión con Roma, los cuales luego recogería Trento. El alejamiento frontal no fue un acto sino un proceso que duró 15 o 20 años. Los que sí resultaron catecismos de ruptura fueron los nacidos al aire de la agresividad antirromana:
    - Huldreich Zwin­glio (1484-1531) publicó, incluso antes que Lucero, un resumen doctrinal en "Breve introducción cristiana", de 1523,; pero su pensamiento quedó más resaltado en "De la verdadera y falsa religión", de 1525 .
     - Martín Bucer (1491-1551), exdominico y autor de diversas obras reformistas, como "Del Reino de Cristo", preparó un "Catecismo latinoalemán para Hessen" publicado en 1549
     - Juan Calvino en 1550 publicó en Ginebra en donde era dueño, el "Cate­cismo o formulario para instruir a los muchachos en la cristiandad". El esquema de Calvino siguió orden diferente al empleado por Lutero: credo, Dios, Jesús, Espíritu, Iglesia, comunión de los santos y resurrección; en segundo lugar puso los manda­mientos; seguía la oración y amplia refe­rencia a la Palabra de Dios. Y termi­naba con un apartado sobre Bautismo y Eucaristía. Fue traducido al momento al caste­llano y enviado a diver­sas figuras de la Iglesia española.
    Además de estos tres grandes promotores de los tres movimientos que desarrollaron a Lutero, otros diversos poblaron el revuelto campo reformista.


 
 
 

 

 

   

 

 

    2.3.2. Católicos

    Como reacción nacieron, a veces a toda prisa, los grandes catecismos huma­nistas católicos: el de Pedro Canisio, el Catecismo romano, el de Roberto Belarmino, y otro en diversas regiones. En España, por ejemplo, los de Gaspar Astete y de Jerónimo de Ripalda.

   2.3.2.1. Antes de Trento

   Poco antes de Trento ya se sentía la necesidad del catecismo en los ámbitos católicos. Se publicaron varios:
  - La "Suma de doctrina cristiana", de Cons­tantino Ponce de la Fuente, fue editada en Sevilla en 1544, de inspira­ción eras­mista, parece que fue cronológicamente la primera obra editada en castellano.
  - Bartolomé Carranza, teólogo de Trento y Arzobispo de Toledo, en 1558 publicó en Amberes su Catecismo con el título "Comentarios sobre el catecismo cristiano", que le costó un injusto proceso y prisión en España y en Roma durante 20 años.
  - El llamado catecismo de Pedro Canisio en Alemania había salido en 1558, ya antes del Concilio y había intentado compensar el éxito que tenía el de Lutero, extendido por doquiera en los ámbitos germanos. Se denominaba "Suma de la doctrina cristiana compuesta por preguntas y respuestas para provecho y utilidad de la Repú­blica cristiana". Pronto fue editado el texto en otras lenguas, la primera de ellas la castellana,  la que fue traducido en 1959 por Juan Mar­tín Cordero, a los tres años de su aparición.
   Pero Canisio editó otros dos textos: el "Catecismo menor", en Inglostad, en 1556, con 50 pre­guntas y respuestas; y el "Pequeño cate­cismo católico", en 1559, en Köln con 120 preguntas.

   2.3.2.2 Catecismo Romano

   El Concilio de Trento abordó la cuestión del Catecismo en diversas Congregaciones y grupos, debi­do al eco suscita­do por los catecis­mos lute­ranos. Se trató por primera vez en la sesión del 5 de Abril de 1546 y luego cuatro veces más.
   El Concilio se inclinó por redactar un catecismo único. Aunque el delegado romano Muzio Calini hizo lo posible por redactarlo antes de terminar, la preci­pita­ción de la clausura forzó a los Padres a formular un voto el 4 de Diciembre de 1562 pidiendo al Roma­no Pontífice, a la sazón Pío IV, ese cometido.
   La comisión creada por el Papa (Mucio Calino, Lenonardo Marino, Egidio Foscarari, Francisco Forcito y Julio Pogiani) estuvo alentada por la autoridad de San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán.
   Pronto se puso a trabajar el texto y dos años después terminó el trabajo, seguida de cerca por el nuevo Papa Pío V, que confió al Carde­nal Gui­llermo Sirleto la culminación de la obra.
   El texto fue aprobado por el Papa en Enero de 1566 y salió de imprenta en Julio del mismo año. El catecismo se tradujo a lenguajes vulgares, siendo la italiana la primera lengua que lo conoció por deseo pontificio. Se le denominó pronto como "Catecismo del Concilio de Trento", y en otros lugares Catecismo Romano o de Pío V.

   Su planteamiento fue claramente doc­tri­nal. No es un texto popular, sino para la formación pastoral y base para la predicación. Su estructura respondió a la usual en el momento y a las claras in­flue­ncias de otros catecismos como el de Canisio y el de Bartolomé Carranza. Su esquema doctrinal: Credo, Mandamientos, Oración y Padre nuestro, Sacramen­tos. Respondía a la idea apologética que había dominado todo el Concilio e impregnaba el ambiente romano.

   2.3.3. Después de Trento

  - En 1576 Gaspar Astete escribió y en fecha desconocida publicó en Burgos la "Doctrina cristiana y docu­men­tos de crianza". Su edición cono­ci­da sólo es de 1599. Pero es segura la edición anterior.
  - En 1591 se publicó el de Jerónimo de Ri­palda también en Burgos, "Doctri­na cristiana con una explicación breve."
  - El jesuita Roberto Belarmino tituló "Dottrina cristiana breve da impararsi a mente en Roma", la que editó en 1597, destinada a los niños y gente sencilla de Roma, de donde era gobernador ecle­siástico y Cardenal. El mismo Belarmino en 1598 redactó una nueva versión más amplia, titulada "Dichiarazoione piu copiosa", para los catequistas y maestros. En 1604 elaboró otro texto más culto y dirigido a los predicadores de la fe; llevó por título "Dichiarazione del Simbolo".
   -  Los otros catecismos de estos años postridentinos se multiplicaron con profusión. Algunas muestras interesantes, entre muchas más, pueden ser:
       +  La "Doctrina cristiana" de Juan Polanco, publicado en Venecia en 1570.
       +  El anónimo "Catecismo breve para enseñar a los niños", impreso en Alcalá en 1580
       + La "Doctrina cristiana breve para enseñar en pocos días por preguntas a modo de diálogo", de Diego de Ledesma, aparecido en Roma en 1571.
       +  El "Catecismo de los misterios de la fe con una explicación del símbolo de los Apóstoles", de Antonio de Acevedo, en Barcelona en 1589.

    2.3.1.  El siglo XVII

    Llegado el siglo XVII, los catecismos surgen ya en torrente. Se pueden recoger hasta varios centenares de obras más o menos extensas. El afán del catecismo se dispara al mismo tiempo que los otros hechos sociales. Estos hechos van desde las guerras de religión que surgen hasta las reformas de las viejas instituciones de Iglesia, que recogen los aires remansados de Trento
   No es eufemismo decir que Europa, y América, se vuelven catequísticas. Fue­ron numerosos los "catecismos" apareci­dos tanto en ámbitos protes­tantes como católicos.
     - Por ejemplo, en las Iglesias reformadas Jakobo Spener, en Alemania en 1677, publica "Explicación sencilla de la doctrina cristia­na según el orden del Pequeño catecismo del precioso hombre de Dios Lutero"
     - En los países católicos, en Francia, Fenelón (Francisco Salignac) publica hacia 1690 "Los Diez mandamiento, los sacra­mentos y la oración". Y Claudio Fleury, en 1683 publica en francés "El catecismo histórico conteniendo un resumen de la historia sagra­da", con fuerte carga bíblica y dos nive­les: una forma larga y un catecismo breve que tuvo más éxito editorial y difusión.
      - En 1662 el franciscano Bernardino Mercator publica en Colonia en latín un "Nucleus catecheticus continens brevis compendium doctrinan fidei ac morum, e diversis authoribus erutus"
      - En el siglo XVIII la oleada se incre­menta. Incluso comienza a publicarse "material comercial catequístico". Por ejemplo, como símbolo baste recordar las publicaciones que hacen entidades o iglesias para obtener fondos para obras buenas. Por ejemplo las "Cartillas y Doctrina cristiana impresas a costa de la Santa Iglesia Catedral de Valladolid", editadas desde 1752 durante años y con privilegio de exclusividad, de autor anónimo, que servían de lectura en las escuelas y se editaban para obtener fondos para las obras del templo.

 

 

 
 

 

2.3.2. Catecismos americanos

    La cantidad y calidad de los catecis­mos que surgieron en tierras americanas en los siglos coloniales, XVI y XVII, son sorprendentes. La cristianización de América se realizó, sin duda, a través de los catecismos para nativos.
   Algunos de los centenares conocidos sirven de modelo admirable y referencia.
     - En 1525 el franciscano Pedro de Gante, llegado a México en 1523, editó un "Catecismo en Pictogramas", para la explicación y comprensión con los indios.
     -  En 1546 vio la luz el primer catecis­mo impreso en México, en texto seguido: se imprimió en la casa del tipógrafo Crom­berger. Llevaba por título "La Doctriia Cristiana breve” y era de fray Alonso de Molina.
     - Ese año de 1546, Juan de Zumárra­ga, primer arzobispo de México, editó tam­bién otro con el título "Doctrina más cierta y verdadera para la gente sin eru­dición y letras".
     - En 1567 Fr. Pedro de Feria, O.P. preparó una Doctrina Christia­na en len­gua castellana y zapoteca, en México.
     - En 1578 el franciscano Francisco Pareja editó en México "La Doctrina cristiana muy útil y necesaria así para los españoles como para los naturales."

Catecismo de Pedro de Gante

     - En 1583 se editaron en Lima los cate­cismos ordenados por el singular arzobis­po Santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606), con el título de "Doctrina cristina y catecismo para la instrucción de Indios”, trilingüe (castellano, quechua y ayma­ra) y fruto del Concilio III de Lima (1582-1583). Fueron obra del jesuita José de Acosta, quien se basó en el Ca­tecismo Romano. La versión a las lenguas nativas se debió a los lingüistas Juan de Balboa y Blas Valera. Fue tal vez el pri­mer libro impreso en Perú. Se desarrolló en dos niveles o textos: "Cate­cis­mo breve para rudos y ocupados", y "Catecismo mayor para los que son más capa­ces". Un Tercer catecismo para adultos salió después.
     - En 1611 Fr. Martín de León, dominico, publicó en naualt y castellano en Méjico, entre otras obras, el catecismo "Camino del cielo en la lengua mexicana, con todos los requisitos necesarios para conseguir este fin..."
      - En 1660 el dominico Luis Ba­rrien­tos redactó "La Doctrina cristiana en lengua chiapaneca o mixe", pero no se publicó hasta el siglo XIX. En esta len­gua aparece toda la doctrina, oraciones, virtudes y mandamientos, palabras para administrar el sacramento del matrimonio, la comunión y el viático; y termina con una exhortación a la fe y a la conver­sión
     Las misiones de Oriente también mere­cieron sus catecismos propios una vez que entraron en la órbita colonial hispana y recibieron el nombre del Rey Felipe II.
    - En 1593 salió a luz "La doctrina cristiana en letra y lengua china”, del domi­ni­co Juan Cobo, que actuó como emba­ja­dor ante el Empe­rador de Japón y preparó su libro en México mientras esperaba el poder llegar a su destino asiático.
    - En 1593 se publica "La Doctrina cristiana en lengua española y tagala" de Domingo de Nieva y Juan Maldonado, editado en tres columnas, caste­llano en tipo gótico, tagalo en caracteres tipo gótico y en tagalo puro.
    - En 1622 el agustino Francisco Coronel publicó en Filipinas "Catecismo de la doctrina cristiana en lengua pampanga".

 

 

  

 

   

 

   2.4. Siglos XVIII y XIX

   Los catecismos se multiplicaron por miles en estos siglos de guerras y de independencias. La esperanza de un buen mercado de libros alentados por la época ilustrada tuvo algo que ver en la profusión de obras, aun cuando debajo de todo estudiar los afanes cristianizado­res de las Ordenes religiosas sobre todo.

   2.4.1. Los tradicionales

   Además de la constante reedición de los catecismos tradicionales en cada país, Astete y Ripalda en España y América, Belarmino en Italia, Canisio entre los católicos de Alemania, surgieron algunos nuevos, aunque no tantos como en la etapa anteriores.
   En América, en donde se vive ya cierta independencia económica y cultural, surgieron obras interesantes, y los con­siguientes textos catequísticos:
   - El de Juan Sánchez, agustino, que publicó en 1747 el "Rezo breve con un interrogatorio sobre la correspondiente doctrina de los cristianos”, publica­do en Filipinas en castellano y en visaya.
  -  En 1776, al dominico Leonardo Levanto se debe un catecismo en Puebla de los Angeles en lengua zapoteca, "El Catecismo de la doctri­na cristiana en lengua zapoteca".
   En la Península surgen otros no menos cautivadores:
  -  El de José Pintón que publicó en 1753 en Madrid y en sucesivas edicio­nes un "Compendio histó­rico de la religión desde la creación del mundo hasta el estado presente de la Iglesia".
  - Y también se difundieron muchos los carteles escolares para iniciar en la lectura, como las "Cartillas de la Doctrina Cristiana impresas a costa de las Santa Iglesia catedral de Valla­dolid". desde el año de 1752, para recau­dar fondos para la fábrica catedralicia

 

    2.4.2. Catecismo imperial

    En 1806 se publicó en París el Cate­cismo imperial mandado por Napoleón Bonaparte, preparado por el ministro de Cultos Sr. Portalis y redactado por el sacerdote D'Artros, que siguió la estructura y formas del Catecimos de Maux, redactado por Bossuet un siglo antes, pero resaltando los aspectos que interesaban a la política napoleónica.
    Se asociaba la figura del Emperador con la autoridad divina y por lo tanto con los deberes del cuarto mandamiento. Se identificaba la Iglesia con la sociedad, por supuesto gobernada por la gracia de Dios por el Emperador o de su parte, se resaltaba la voluntad divina en la línea de los dominadores de otros estados o naciones.
   Todo ello se inspiraba en los llamados Artículos orgánicos de Napo­león, anexa­dos al concordato con la Iglesia firmado el 1 de Julio de 1801; el 39 de los cuales decía que "no habrá en Francia mas que un solo catecismo y una liturgia".
   Recomendado y aprobado de forma obligada por el Arzobispo de París, Car­denal Belloy, y por el nuncio en París, Cardenal Caparra, se extendió de oficio por todo el Imperio, Francia y países sometidos. No llegó a tener aceptación, por la pasiva negativa de la mayor parte de los Obispos a promulgarlo en sus diócesis y la aversión popular.
   Por supuesto, caído Napoleón en 1815, el catecismo fue barrido de todas las diócesis, que volvieron a los catecis­mos anteriores.

   2.4.3. Otros del XIX

  - En España se extendieron con profu­sión catecismos basados en el texto de Astete o en el de Ripalda. Los que siguieron el diseño de Astete fueron más numerosos.
   Especial recuerdo merece el "Catecismo de la Doctrina cristiana explicado o explicaciones del Astete que igualmente convienen al Ripalda", de Santiago José García Mazo, publicado en Valladolid el año 1837.
  O también el texto "Religión y moral o sea el catecismo del P. Astete adicionado y explicado", por Bernardo de Casanueva, en Madrid en 1889.
   Incluso se hicieron comentarios del Astete en lenguajes peninsulares, como "Breves explicaciones del Catecismo en vascuen­ce", de Andrés Iturzaeta, publicado en Durango en 1899.
   - En otros países siguió la oleada de catecismos de diverso estilo y alcance, formándose dos mundos pastorales: el de la Europa revolucionaria y de la Euro­pa de la restauración.
   En 1847 José Deharbe publicó el más influyente y extendido en Fran­cia. Era el "Gran Catecismo Católico", en el que latía una idea contraria a la ilustración, supuestamente causante de los males anteriores. Los cuatro volúmenes de la obra iban dirigi­dos a gente culta y perdían el sentido tradicional de catecismo popular. Traduci­da a diversos idiomas, pronto conoció abrevia­ciones y sínte­sis más populares.
   La "Catequesis sobre la doctrina de la fe", de 1890, en Alemania, por Heinrich Siteglitz señaló ya una nueva orientación en el espíritu de Munich que en­tonces surgía con pujanza. Fue publicado en diversos idio­mas e influyó en muchos países

2.4.4. Hacia el Vaticano I

    S. Antonio María Claret tuvo siempre la idea de que era preciso un catecismo unificado para evitar tanta dispersión.
   Representó el movimiento que llegó a proponer al Concilio Vaticano I su aprobación y composición, propuesta que no llegó a entrar en la órbita de las decisio­nes, debido a la interrupción de las se­siones.
   El mismo había compuesto en 1846 uno de los va­rios textos cate­quís­ticos que salieron de su pluma: el "Catecismo de la Doctrina Cristiana explicado y adaptado a la capacidad de los niños".
   Una de sus últimas redacciones fue "El catecismo de la doctrina cristiana", de 1867, publicado en castellano y en catalán y muy difundido

 
 

  

   3. Catecismos del Siglo XX 

   El siglo XX nace con Papa catequístico que llega al solio pontificio inquieto por el avance del modernismo y por el deseo de mantener la Tradición de la Iglesia. Pero las corrientes de la Historia desbor­daron las buenas intenciones del buen Papa Pío X y oleadas de corrientes cate­quísticas se llevaron por delante proyec­tos, normativas, intenciones y figuras que fueron surgiendo.

   3.1 Catecismo de Pío X

    Pío X propuso, por consejo de sus asesores y del Cardenal Secretario de Estado Merry del Val, decidió la redacción de un catecismo para enviar a toda la Iglesia y unificar las diversas alternativas y textos de las regiones italianas: piamontesa, emiliana, toscana, etc, cuyas conferencia episcopales había elaborado el suyo de manera insatisfactoria.
   En 1905 se logró una primera realidad con el título de "Compendio de doctrina Cristiana" y se ofrecía en forma de texto para el aprendizaje escolar y parroquial.
   Resultó largo con muchos cientos de fórmulas y fragmentos de inspiración neoes­colástica. Era progresivo y se iba desarrollando en tres niveles: un catecismo elemental con primeras nociones, un catecismo breve para niños medianos, un catecismo mayor con más contenido.
   A pesar de que se publicó en forma experimental y de sugerencia, el proyecto no tuvo excesiva acogida, fuera de Italia.
   En la edición revisada, renovada y transformada de 1912 se tituló "Catecismo de la Doctrina Cristiana publicado por orden su S.S. Pío X". Fue redactado por una comisión (P. Benedetti, J. D'Isen­gard, Juan Mercati) nombrada en 1910 por el Papa. Se hicie­ron ocho re­daccio­nes, se multiplicaron las consultas a Cardenales y Obispos, el Papa lo siguió personalmente, se reclamó la armonización de las explicaciones en torno a la trilogía: dogma, moral, gracia.
   En ese triángulo se engarzaron 433 fórmulas de que se componía el texto final. Fue apro­bado por el Papa el 18 de Octubre de 1912 y se tradujo a diversos idiomas.
   Se impuso en las diócesis italianas, no en todas, y en algunas de fuera, como las doce que en España lo declararon oficial, reemplazando al Astete o al Ripalda, aunque su oficialidad no duró mucho.
 


   3.2. Catecismo francés

   En 1937 apareció el catecismo unificado para Francia con el título "Catecismo para uso de las diócesis de Francia".
   La edición experimental quedó revisada, consolidada y confirmada en 1947. Los catequistas que en él trabajaron (Ch. Quinet, A. Boyer) hicieron lo posible por que fuera reflejo del texto evangélico, aunque sólo en parte lo consiguieron.
   El esquema fue: fe y sus verdades, ayudas de Jesús y la oración, vida cristiana y mandamientos, Iglesia y deberes eclesiales. Marcaron no sólo las tradiciones francesas, sino que su influencia llegó a diversos países por las prontas traduccio­nes que surgieron.

    3.3. Catecismo Alemán

    Recibió el titulo de "Catecismo Católico de los Obispos alemanes" y fue publicado en 1955 como esfuerzo por unificar el texto en todas las Diócesis de habla germana. Inició la preparación J. Linden y el trabajo redactor fue completado por Th. Monnichis. En 1955 fue oficialmente asumido por los Obispos germanos.
   Se inspiró en el movimiento y en la metodología de Munich y en las influencia de la escuela Teológica de Tubinga. Es decir, armonizó reflexión, cristocentrismo y sentido de Iglesia.
   En 1937 inició su revisión con la acción de los catequetas K. Tilmann y F. Schreibmary. En 1946 apareció la primera edición provisional del "Catecismo alemán renovado", que luego fue completada con gráficos y con mejor distribución de lecciones o partes en torno a tres núcleos referenciales: Buena nueva y salvación, respuesta del hombre con la acogida de la Palabra divina, los sacramentos y la oración; y se añadió una parte final, que versaba sobre la tarea de los cristianos en el mundo.
   Concluido en 1955, fue acogido con interés en todas las Diócesis y traducido a diver­sos idiomas. Pero, después del Conci­lio Vaticano II, se formuló una nueva revi­sión y se publicó el texto del "Nuevo catecismo alemán: creer, vivir, obrar", siendo modelo de seriedad y de profundidad.

   3.4. Catecismo holandés

   Este llamado "catecismo" holandés, que más bien era un libro de reflexión cristiana asistemático y meramente orientacional, se transformó en un catecismo polémico por el lenguaje y por la orientación de diversos temas. Fue preparado por el Instituto católico de Nimega y por su sección de Pedagogía religiosa.
   Fue un catecismo para adultos, no para niños. Y se pretendió, en la reflexión de los grupos de preparación, llevarlo hacia la fe madura de personas mayores, la cual debe ser instruida pero no colonizada ideológicamente. No era catecismo para la enseñanza infantil ni juvenil. Se cambió pues la dirección del senti­do tradicional de catecismo, lo cual ya produjo fricciones entre los promotores de la redacción, algunos de los cuales se alejaron de ella.
   Superadas éstas y triunfadora la postura adulta, se preparó el primer documento en 72 páginas. Luego, con diversas modulaciones y complementos, terminó en el texto redactado por el jesuita G. van Hemers que sintetizó las aportaciones recibidas con estilo sencillo y atra­yente. El texto fue aproba­do por la comi­sión de Nimega y por los Obispos holandeses y se publicó en 1966.
   Era texto reflexivo y expositivo y no dogmático o instructivo ni sistemático. Se tradujo a muchos idiomas. En español llevó por título "Nuevo catecismo para adultos" en el año 1969.
   Mereció alabanzas en general. Surgieron algunas reti­cencias por parte de cristia­nos holande­ses que consideraron erró­neos los modos expresivos de algunos de los llamados "temas fronterizos": ángeles, infalibilidad pontificia, infierno, moral, etc. pues no reflejaban expresiones tradicionales.
   Ante la protesta enviada ante la autoridad pontificia, una comisión de Cardenales estableció cauces de diálogo con los autores de Nimega. Después de algunas reuniones más o menos afortunadas, los Obispos holan­deses admitieron la publi­cación de un suplemento o anexo al Nuevo Catecismo con la interpretación de los pasajes discutibles.
   El tiempo se encargó de mitigar las susceptibilidades y apagar las polémicas sobre un texto dinámico, bíblico, social y psicológico interesante. El principal defecto suyo fue apellidar con el término tradicional e histórico de "catecismo" lo que en verdad era una "guía" para la fe de los adultos.

    3.5. Catecismos italianos

    Los catecismos italianos fueron tam­bién herederos de una rica tradición en textos diocesanos. La conferencia Episcopal de 1966 redactó un "Proyecto de renovación de la catequesis", en 1970. Con los criterios del Documento de base, se perfiló un plan nacional de varios textos graduados
    - El catecismo de niños, para ayuda de padres y educadores en la familia y centros preesco­lares, salió en 1973
    - "Io sono con voi", para los 6-8 años, se editó en 1974.
    - "Venite con me", para los niños de 8-10 años, en 1975.
    - "Sarete mei testimonio", para niños mayores de 10-12 años, en 1976.
    - "Vi ho chiamato amici", para los preadolescentes de 12 a 14 años, en 1982.
    - "Io ho scelto voi", para la priemra juventud de los 14-17 años, en 1982.
    - "Non di solo pane", para la juventud en general, en 1979.
    - "Signore, ¿da chi andaremos?, para los adul­tos, en 1981.
   Los catecismos italianos son referen­cias preparadas para la "comunidad cris­tiana", no para instancias escolares. Por eso sus dinámicas, lenguajes y sugerencias deben entenderse en esta clave.

 

   

 

 

   4. Catecismo católico

 

    El último acto eclesial en el terreno de los catecismos lo realizó el Papa Juan Pablo II en las postrimerías del siglo XX, al recoger una idea del Sínodo de Obis­pos celebrado en Octubre de 1985 son la conveniencia de un catecismo universal.
   Decidida la publicación, la prepara­ción fue laboriosa y verdaderamente "católica", sobre todo por la consulta a todos los Obispo del mundo, para que realmente el texto fuera denominado "Catecismo de la Iglesia católica".
   Redactado en francés por una Comisión internacional, fue autorizado por la  Constitución Apostólica "Fidei Depósitum" del 11 de Octubre de 1992 y presentado oficialmente por el mismo Papa el 8 de Diciembre de 1992 en Roma.

 

  El trabajo redactor fue largo y agotador, desde el 15 de Noviembre de 1986, fecha en que se iniciaron las reuniones de la Comisión, hasta su culminación el 25 de Junio de 1992. A lo largo de esos meses se sucedieron multitud de consul­tas, al menos dos globales a todos los Obispos del mundo y se procesaron elec­trónicamente las respuestas.
    La primera y más formal de esas consultas mereció 938 respuestas de Obispos, Conferencias, Institutos cate­qué­ticos o consultores autorizados. En esas respuestas llegaron a 24.000 los modus o sugerencias sobre variación en puntos concretos del texto.
    El catecismo se presentó como una guía de reflexión con intensa referencia a la Escritura y con múltiples apo­yos a la Tradición (Padres, Santos, Doc­to­res).
    Los textos bíblicos se acercan a unos 4.000, de los que dos terceras partes son del Nuevo Testamento. Hay 200 citas o textos de Santos y de Padres antiguos, unas 400 referencias y textos del Conci­lio Vaticano II y pasan de 600 las citas de otros documentos eclesiales.
    Es evidente que tanta documentación excede el concepto de un catecismo guía y lo convierte en un archivo docu­mental de primera mano, sistemático, sólido y ecuménico. Es precisamente el aspecto positi­vo y el negativo del que se denomina "Cate­cismo" y en el que inclu­so las verdades cristianas y las múltiples opinio­nes teológi­cas (doctrinales, morales y sobre todo ascéti­cas) se entremezclan en un texto con más sabor a manual de teología que a catecismo.


    La doctrina se distribuye por las 676 páginas del texto original francés (698 en la primera edición caste­llana) y se reparte en 2.863 fragmentos numerados y ciertamente muy bien estructurados.
   La intención del catecismo no es monopolizar los textos de las diócesis y naciones, pasados, presentes o futuros, sino servir de marco de referencia a los que se vayan componiendo y publicando en adelante. Precisamente se recomien­da que se sigan produciendo catecismos adecuados a las eda­des y a las diversas sensibilidades religiosas de cada cultura o lengua.


    El “Catecismo de la Iglesia Católica” se usó durante diez años como referencia central de las actividades pastorales orientadas a la educación de la fe en el Pueblo de Dios. Al comienzo del pontificado de Benedicto XVI, el 29 de Junio del año 2005, se presentó un resumen en forma de “Catecismo breve”.
    El nuevo Papa dijo entonces «que estaba muy contento» por la presentación del «Compendio» del Catecismo de la Iglesia Católica. “Es una nueva guía para la transmisión de la fe, que nos ayudará a conocer mejor e incluso a vivir mejor la fe que nos une…No se puede leer este libro como se lee una novela…Requiere meditarlo con calma en sus partes y permitir que su contenido, mediante las imágenes, penetre en el alma.... Espero que sea acogido de este modo y pueda convertirse en una buena guía para la transmisión de la fe.


   El nuevo instrumento catequístico mostraba en su edición vaticana doscientas páginas, recogiendo 598 preguntas y respuestas y ofreciendo una síntesis práctica del «Catecismo» que fue promulgado en 1992 por Juan Pablo II. El «Compendio» no ofrecía datos añadidos ni cambios al contenido de aquel volumen de unas 700 páginas, que el mismo Papa Benedicto XVI, siendo Prefecto de la Congregación de la Fe, había personalmente dirigido en su elaboración y en su presentación en la Iglesia.

 

 
 

  5. Razón de tantos catecis­mos

   La larga lista de los catecismos cita­dos, muestra simbólica de los miles que se han dado en todos los idiomas y en todos los tiempos, puede producir desconcierto y admiración. El desconcierto proviene de su multiplicidad, pues ciertamente con uno bien hecho hubiera sido suficiente. La admiración radica en advertir el interés de la Iglesia, es decir de todos los misio­nes y predicadores de la historia, por contar con un instrumento tan valioso.
    Esta variedad obliga a pensar que no se trata de un instrumento secundario en la forma­ción de la mente y de la concien­cia de los seguidores de Jesús. Si no que ha de ser mirado, valorado, respeta­do y defendido como un instru­mento primordial en esa tarea.

    Pero no se debe olvidar que el "cate­cismo-acción“, el “catecismo-encuentro”, es más vivo que el "catecismotexto", que resulta más neutro. Por eso hay que apreciar los catecismos como un gran don pedagógi­co y hay que agradecer que hayan existido tantos pastores que se entregaron a mejorar y confeccionar  este instrumento.
   Al recibirlo y usarlo es preciso, desde el respeto a la autoridad episcopal o pontificia en que se apoya, ponerlo en su sitio doctrinal y metodológico y no con­vertirlo en altar o templo.
   Hay que regarlo con la plegaria y la palabra, hay que iluminarlo con la refle­xión, hay que conservarlo con el interés y el apre­cio, hay que desarrollarlo con la forma­ción permanente del cate­quista y con el intercambio amoroso entre todos los que se sirven de él para realizar su tarea evan­gelizado­ra.

 

 

 

 

 

   

Catecismos y Catequéticas de

algunos Fundadores de obras educativas,

los cuáles inspiraron a legiones de misioneros y catequistas.

 SIGLOS XVII Y XVIII

- S. Juan Eudes (1601-1680). "Vida Cristiana: catecismo de la misión".
- Carlos Demia (1637-1687. "Avisos sobre las Escuelas".
- San Juan Bta. De la Salle (1651-1717) "Guía de las Escuelas Cristianas".    "Los deberes del cristiano".
- S. Alfonso María de Ligorio (1696-1787): "Compendio de Doctrina Cristiana". "Instrucción Catequística sobre los mandamientos y sacra­men­tos".
 
EN EL SIGLO XIX

- Antonio Roig Rexach (1780-1808). "Catecismo de la Diócesis de Mallorca".
- Adela Trenquellón (1789-1828). "Pequeño Catecismo del Instituto".
- José Guillermo Chaminade (1761-1850). "Manual del Servidor de María".
- Luis Querbes (1793-1859). "Directorio de los Clérigos de S. Viator".
- Gabriel Taborin (1789-1864)."Tesoro de la Escuela Cristiana".      "Guía de los Hermanos de la Sda. Familia".
- S. Antonio María Claret (1807-1870). "Catecismo de la Doctrina Cristiana".   "Catecismo de los Principales deberes de un militante cristiano".    "Catecismo menor". "Doctrina Cristiana". "La unidad del Catecismo".
- Beato Francisco Javier Palau (1811-1872). "Catecismo de las virtudes"    y "La Escuela de las Virtudes vindicada".
- Francisco Coll (1812-1875). "Doctrina básica para una misión de cuaresma".
- S. Juan Bosco (1815-1888). "El Católico instruido en su religión".
- Jerónimo de Usera (1810-1891). "Catecismo en idioma Crunan de la Doctrina Cristiana."
- Sebastián Gili Vives (1811-1894). "Instrucciones".
- San Enrique de Ossó (1840-1896). "Guía práctica del Catequista".   "Catecismo de los obreros y de los ricos".    "Rudimentos de la Religión y Moral". "Tesoro de la niñez".
- Francisco Javier Butiñá (1834-1899). "Repertorio del Catequista".
- Beato José Mañanet Vives (1833-1901). "Método práctico y seguro para   la dirección de Colegios y Escuelas".

  EN EL SIGLO XX

- Juan Collel (1833-1905). "Método práctico y seguro de la dirección de Colegios y Escuelas".
- Julio Chevalier (1824-1907). "La Escuela del Sdo. Corazón".
- Francisco Tejero (1825-1909. "Prácticas de la Congregación de Catequistas".
- Bto. Luis Guanella (1842-1915). "Venid conmigo: Doctrina Cristiana expuesta en ejemplos,  con 48 instrucciones familiares".
 - Carlos de Foucault. 1858-1916) "Pequeña introducción al Catecismo".
- Dolores Rodríguez Sopeña (1848-1918). "Carta sobre la perfecta catequista".
- León Dehon (1843-1925). "Catecismo social". "Manual social Cristiano".
- Andrés Manjón (1846-1923). "Hojas Catequísticas y educadoras del Ave María"; y "El Catequista: Hojas meramente catequísticas".
- Bto. Pedro Poveda Castroverde (1874-1936). "Para los niños" y "La Pedagogía de los Seminarios".
- Bto. Pedro Ruiz de los Paños (1881-1936). "El libro de los Seminaristas".
- Manuel González García (1877-1940). "Cartilla del Catequista".
- Jacques Ginneken (1877-1945). "Manual del Catecumenado".
- Antonio Amundarain Garmendia (1885-1954). "Manual de Formación Aliada".
- Manuel Hurtado García (1890-1966). "Lecciones de Escuela de Catequis­tas".
- Santiago Alberione (1884-1971). "Apuntes de Teología Pastoral".
- Esperanza Alhama Valera (1893-1983). "Instrucciones a mis hijas para que aprendan a ser madres".
- Domingo y Sola Callarisa (1912-19927) "Pastoral Interna".
- Marcial Maciel Degollado (n. 1920). "Enseñar, educar, formar"
- Kiko Argüello (n. 1929) "El Camino neocatecumenal para vivir en plenitud el propio Bautismo".